Jordi Évole recibe esta carta de 1 afectado de talidomida, pidiéndole un programa en Salvados

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Jordi Ëvole recibe esta carta de un afectado español de la Talidomida de Grünenthal solicitando que les dedique un programa en SALVADOS. En 4 días la han leído 6.000 personas en la web de AVITE.

Jordi Évole recibe esta carta de 1 afectado de talidomida, pidiéndole un programa en Salvados. En 4 días la han leído 6.000 personas en la web de AVITE.

Jordi Évole recibe esta carta de 1 afectado de talidomida, pidiéndole un programa en Salvados. Recibe esta emotiva y directa carta de un afectado español de la Talidomida de Grünenthal, solicitando que les dedique un programa en Salvados. 

«Estimado Jordi Évole y equipo del programa Salvados,

Cuando nací me escondieron durante tres días debajo de una toalla. Se puede decir que llegué a este mundo pero para mí no se levantó el telón, no hubo celebración por mi nacimiento sino mucha tristeza. Mi familia no quería que nadie me viera porque me faltaban partes de mi cuerpo. Se las había comido una pastilla.

Jordi Ëvole recibe esta carta de un afectado español de la Talidomida de Grünenthal solicitando que les dedique un programa en SALVADOS. En 4 días la han leído 6.000 personas en la web de AVITE.

Durante toda mi infancia, me dormí cada noche con un pensamiento, con una esperanza: que al despertarme, mi pierna y mi brazo me hubieran crecido. Bendita inocencia. Maduré de golpe, a sangre y fuego, el día que supe que tal prodigio nunca sucedería.

CARTA ENVIADA Y RECIBIDA POR JORDI EVOLE SALVADOS AFECTADO TALIDOMIDA GRUNENTHAL GRTÜNENTHAL
Jordi Ëvole recibe esta carta de un afectado español de la Talidomida de Grünenthal solicitando que les dedique un programa en SALVADOS. En 4 días la han leído 6.000 personas en la web de AVITE.

De todas las fotografías que he visto después de los bebés y de los niños que también nacieron así, incompletos —solo físicamente, que ya es bastante estigma—, lo que más impacta es su sonrisa repetida, ajena aún a sus dramas. Sus rostros felices dan escalofríos.

Nuestras madres lamentan todos los días el momento maldito en que ingirieron el medicamento recomendado por sus médicos, la Talidomida, con la intención de que les mitigara las náuseas, pero sin saber, porque no había forma de que lo supieran: que nos causaría estas mutilaciones. Este fármaco tuvo la potencia de una bomba,  sus efectos fueron los mismos: arrancarles a sus hijos los brazos, las piernas y en los casos de algunos que no sobrevivieron hasta la cabeza. Entre los afectados bastantes de ellos se  suicidaron y a otros incluso los mataron sus propios familiares, incapaces de enfrentar la tragedia. Este fue el caso de Corinne, una niña de Lieja a la que en 1962, envenenaron sus padres con un biberón. Un jurado popular los absolvió.

Lo sucedido con la Talidomida fue un genocidio, un delito de lesa humanidad que por tanto no puede prescribir. Se le ha llamado también el último crimen de guerra nazi porque esta sustancia parece que se sintetizó bastante antes de lo que dice el laboratorio, hacia 1944 y como consecuencia de los experimentos llevados a cabo con los prisioneros de los campos de exterminio del Tercer Reich. Tiene todos los ingredientes de un thriller.

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Jordi Évole deshojando la margarita sobre si hace o no un programa sobre la Talidomida en España.

En www.change.org/Talidomida han firmado en este momento más de 200.000 personas concienciadas que apoyan a las víctimas. Más de 200.000  espectadores de esta injusticia. A ellos se suman todos aquellos que no salen de su estupor, todas las personas de bien que no comprenden que esta sustancia se siguiera vendiendo una vez que se conocieron sus efectos. A esta actuación se le puede llamar codicia criminal, falta de escrúpulos. En un libro sobre esta catástrofe sanitaria he leído la siguiente frase: “igual les da cuando venden que las granadas sean bombas que frutas.” Y esa es lamentablemente la clave: hacer caja, sea a costa de lo que sea.

Cuando se prohibió en Alemania, y se retiró allí del mercado de una forma muy exhaustiva, las unidades de este medicamento no se destruyeron sino que se exportaron a España y a otros lugares del mundo donde la vigilancia era bastante más laxa. ¿Qué altos cargos franquistas del Ministerio de Gobernación, de la dirección General de Sanidad, de la Inspección General de Farmacia cobraron por permitir que se vendiera aquí este veneno a sabiendas de lo que provocaba? ¿Cómo podían dormir estas personas? En España se continuó vendiendo hasta 1990. Esta evidencia tan documentada, hiere, quema. El laboratorio farmacéutico Grünenthal engañó incluso al colectivo médico con falsas pruebas de seguridad. Nada los detuvo.

A EEUU no llegó porque hubo una mujer que ejerció de barrera infranqueable: se llamóFrances Oldham Kelsey y murió el pasado agosto a los 101 años. Ella estaba al frente de la FDA, el organismo que regula la comercialización de los alimentos y los medicamentos allí. El presidente Kennedy la condecoró con el máximo galardón que puede recibir un ciudadano civil: el  President’s Award for Distinguished Federal Civilian Serviceporque se consideró que ella era la persona que había salvado la vida a más norteamericanos».

AVITE, nuestra asociación, consiguió un premio en el festival de Cannes: un león de bronce con el cortometraje Congratulations en el que se dice: “La ética no debería prescribir”. Así pensamos.

Creo que con todo lo que tienen aquí podrían confeccionar un buen guion. Eso sí, antes tendrían que advertir que por increíble que parezca todo es rigurosamente cierto. A las pruebas me remito.

Para terminar les dejo solo unos datos más, también muy televisivos y novelescos:

El médico que destapó todo este escándalo junto a su colega Lenz, aún vive, se llama Klaus Knapp, tiene 88 años, es radiólogo pediátrico por lo que pudo apreciar todas estas aberraciones provocadas por la Talidomida en la clínica universitaria de Hamburgo mediante los rayos X. A pesar de lo que pueda parecer por su nombre, es español y desarrolló, después de aquello, la mayor parte de su eminente carrera en el hospital La Paz de Madrid donde vive actualmente. Estará encantado de que lo entrevisten. Hasta le ha escrito a Ángela Merkel.

El precio de una prótesis de pierna, por ejemplo, ronda los 4.000 euros, un cero más, es decir,  40.000 euros vale una silla de ruedas adaptada. El laboratorio también tiene esperanza: que muramos para no tener que pagarnos. Pero, yo les pregunto: ¿qué precio tiene soportar tantas miradas de lástima, no ir a la playa por vergüenza, no poder enseñar a tu hijo a ir en bicicleta, ni jugar nunca al fútbol con él, por no hablar de pelar una manzana o lavarse los dientes? ¿Y por último, y sé que con esto me pongo en la carne y en la piel de muchos de mis compañeros, qué precio tiene no poder dar nunca un abrazo a tus hijos? ¿Lo han pensado alguna vez?

Ni el Supremo (el Tribunal en este caso) se ha apiadado de nosotros. Cincuenta años de vergüenza se titula el documental que dirigió sobre nuestra causa, sobre nuestro dolor, Ana Salar.

Mi nombre, mi edad, mi estado civil, es irrelevante. Soy yo pero somos muchos. Demasiados. Por eso les mando esta carta así porque no quiero personalizar en mí este drama que es colectivo y universal pero que como en tantos otros casos, los intereses de los grandes unidos a la ignorancia de los más humildes han hecho que pasara desapercibido.

Esto le pudo pasar a cualquiera, a vosotros que ahora me leéis, pero me sucedió a mí, nos sucedió a nosotros, a todos los nacidos de esta manera, a los escondidos debajo de esta toalla que nos echaron nada más nacer porque daba pena vernos. Así, ocultados por los políticos, por el laboratorio que se lava las manos, bajo esta toalla opaca llevamos escondidos más de cincuenta años. Por favor, que alguien tire de ella de una vez.

No nos van a callar y cuando no estemos, no me cabe duda de que las personas que nos quieren seguirán en la lucha. Pero es mejor hacer algo ahora, siempre se puede hacer algo contra la ignominia y contra la infamia: denunciarla.

Firmado:

Un afectado de Talidomida español.

Nota de AVITE: En 4 días, 6000 personas han leído esta carta en Internet ya en la web de AVITE.

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